“Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; MAS AHORA guardo Tu Palabra” (Salmos 119:67).
Yo creo en la sanidad. Yo creo en la aflicción. Yo creo en las “aflicciones de sanidad”. Cualquier aflicción que evite que me desvíe, que me profundice en Su Palabra, es sanidad. La mayor fuerza de gracia para la sanidad espiritual y física puede ser la aflicción.
Sugerir que el dolor y la aflicción son del diablo es sugerir que David fue guiado por el diablo a buscar la Palabra de Dios. He sufrido gran dolor. He clamado a Dios por liberación y he creído que me dará una completa sanidad. Sin embargo, mientras voy creyendo, continúo dándole gracias a Dios por la situación presente y permito que sirva para recordarme cuán dependiente de Él soy en verdad. Puedo decir junto con David: “Bueno me es...” (Salmos 119:71).
El dolor y la aflicción no deben ser menospreciados, como si vinieran del diablo. Tales cargas han producido grandes hombres de fe y profundidad.
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él…” (1 Pedro 5:7).
Pablo habló de la “preocupación” por las iglesias confiadas a él. (ver 2 Corintios 11:28). Cada iglesia nueva era otra “preocupación” sobre sus hombros. El crecimiento, la expansión, el ensanchamiento de estacas siempre implican nuevas preocupaciones. El hombre que Dios use, debe tener hombros amplios. No debe encogerse ante el desafío de las numerosas preocupaciones y responsabilidades. Cada paso de fe que Dios me guía a dar, ha traído junto con él, numerosas preocupaciones y problemas nuevos. Dios sabe exactamente cuántas preocupaciones nos puede confiar. No es que Él busque quebrarnos, en salud o fuerza; es simplemente que obreros dispuestos hay pocos y ¡la cosecha es tan grande! Las preocupaciones son quitadas de aquéllos que las rechazan y dadas como dones a aquéllos que no tienen miedo de éstas. Olvide las preocupaciones que está llevando, ¿no podemos acaso echarlas todas sobre Él?
Toda bendición nueva está relacionada a una familia de preocupaciones. No pueden divorciarse. Usted no puede aprender a vivir con la bendición hasta que aprenda a vivir con las preocupaciones.
David Wilkerson